lunes, 26 de noviembre de 2012

TESTIMONIOS SOBRE UNA PASION QUE MATA





Barranquilla amaneció vestida de ROJIBLANCO  por nuestras calles los hinchas se pavoneaban felices por todos los rincones de la ciudad luciendo los colores del equipo Tiburón. Se podía respirar en el aire un ambiente festivo que invitaba a la alegría, sin embargo, para el ‘parche’ de los Kapule77os SB –un subgrupo de la barra brava Los Kuervos, que cuenta con 40 integrantes y ‘parchan’ en el populoso barrio Simón Bolívar, pelaos que viven con un intenso y desmedido fervor el mundo del barrismo– la fiesta del balón y el goce de ver a jugar a su Junior del alma ayer tenía un sabor agridulce y en medio del jolgorio en la tribuna también los acompañaría un vacío enorme que ni el paso del tiempo podrá llenar.
“Édgar era un hermanito, era de la titular, una firma, uno de nosotros y nadie va a poder reemplazarlo”, dijo con un tono de voz quebrado Peluka, líder de los Kapule770s y amigo entrañable de Édgar Muñoz, el joven de 18 años que perdió la vida el pasado lunes 5 de noviembre mientras venía de regreso del cotejo entre Junior e Independiente Medellín, ‘muleando’ en la carretera.
A Édgar lo sorprendió la muerte con la camiseta puesta, ‘guerreándola’ con sus ‘parceritos’, sus compañeros de viaje, de aguante, de combate, de cánticos, de fe y entrega a una causa que muchos no comprenden y rechazan de plano.
Varios integrantes de este ‘parche’ nos recibieron en casa de su líder donde se encontraban reunidos horas previas al partido de Junior contra el Once Caldas. Los Kapule770s planeaban el homenaje que le iban a realizar a su ‘valecita del corazón’ Édgar Muñoz.
Un enorme ‘trapo’ de más de 4 metros de alto con el rostro de su amigo y una gran leyenda que dice Siempre estarás en el corazón de los locos del barrio, muy seguramente ondeará en la tribuna del estadio, el mismo que a Édgar le regaló tantas alegrías y aveces, por qué no, algunas decepciones.
Un duro relato. “Nosotros ya veníamos de regreso y Édgar se estaba tomando una leche que nadie había querido. La mula estaba ‘legalizada’ ya. El man había parado para echarle aceite a la barra de cambio. Nosotros nos relajamos, de repente el man arrancó sin avisar y comenzamos a corretearlo para montarnos, Édgar se va a montar por un lado como por la cabina, el man tira el camión como en zigzag, el vale se resbala y la mula lo pisa”, contó uno de los compañeros de andanzas que fue testigo presencial de la tragedia, que prefiere que simplemente lo llamen Justin.
En la historia de las barras bravas de la ciudad han fallecido bajo estas dolorosas e inverosímiles circunstancias 5 jóvenes incluyendo a Édgar y al Mono Jonathan Salvat, un joven de 16 años, también de los Kapule770s, que murió hace poco más de un año en las carreteras del Tolima.
‘Mulear’ es sinónimo de aventura, de guerreo, de tirarse a la carretera solo con las ganas de llegar a tiempo a un partido cueste lo cueste en horas viaje, sacrificio, intemperie, peligros, hambre, calor, sol y frío, pedir para la comida, conocer y gozar de los paisajes, ‘mulear’ es una extraña manera de sentir una pasión que si no se le pone límites puede arrebatar incluso la vida.
“Mulear sale barato, uno se va con unas cuantas ‘lukas’ y va y viene donde sea, en el camino nos dan comida, en los restaurantes pedimos, y allá en la ciudad los jugadores nos pasan las boletas y todo, hasta nos ‘ligan”, dijo el Mosquito, otro de esos amigos que hoy extrañan al ausente.
“Mulear’ está cancelado en los Kapule770s desde hace un año, cuando se mató el Mono, se los vengo diciendo; ahora con lo de Édgar, el que quiera seguir con nosotros no se puede poner a viajar así y nosotros le pedimos a todos los hinchas que paren con eso, ya no queremos más muertos de esa forma pendeja”, sentenció el Peluka lleno de convicción.
El volante de ataque del Junior de Barranquilla Luis Carlos Ruiz invitó a todos los hinchas a abandonar esta peligrosa práctica. “A nosotros nos gusta y nos llena de satisfacción encontrar a los hinchas en las diferentes canchas del país, pero yo los invito a viajar seguros, en bus como debe ser, es triste para nosotros saber que un joven pierde la vida de esta manera, abandonen esa forma de viajar muchachos, por ustedes mismos y por sus familias”, anotó el jugador.
“Ellos se van y se pierden casi una semana, uno sabe que exponen sus vidas, que por allá tan lejos les puede pasar cualquier cosa. Ese muchacho que era tan joven, tan tranquilo y formal, es una lástima que su vida acabara así. Mi hermana y yo sufrimos tanto con mi sobrino que ya estamos cansadas de darle consejos”, aseguró Beatriz San Juan, tía del joven apodado Peluka.
“Este es un problema ni el verraco hermano, uno puede terminar accidentándose tratando de sacarles el quite. Además nos podemos ganar un parte con esos pelaos ahí montados, sin uno saber nada, y si se caen y se matan el problema también es para mí”, explicó el conductor de tractomulas Valdemar Navarro, oriundo de la ciudad de Bucaramanga y con 30 años de experiencia rodando en las carreteras del país.
“Rompen la carpa, a veces se nos pierde la mercancía y si se mata un pelao de esos el ‘embalao’ es uno. La Policía de carreteras debería estar más pendiente de esos pelaos para que los controle”, afirmó Steven Lamprea, un conductor de tractomulas oriundo de la ciudad de Pereira.
Édgar Muñoz soñaba con asistir al Mundial de Fútbol de Brasil 2014, ese sueño y el de ver a este reforzado equipo Tiburón consiguiendo la anhelada octava estrella, se quedaron tendidos en el frío pavimento de una carretera junto con cada uno de los proyectos de un joven que lo asaltó la muerte poseído por una pasión que en ciertas circunstancias especiales puede arrebatar los sueños, incluso la vida misma.

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